En plena travesía, noche de albergue y charla de esas que nacen solas.

El hospitalero, veterano, mirada cansada pero curiosa, me pregunta a qué me dedico.

—Revenue Management —digo, sin anestesia.

Me mira como si le hubiera dicho que diseño algoritmos para ovnis. Cara de madre mía, otro con palabritas anglosajonas y oficios modernos que no sabe explicar su madre.

—Algo he oído, pero no entiendo mucho el concepto… ¿me lo puedes explicar en español?

Respiro, pienso, y le suelto:

—Me dedico a que los hoteles cobren lo justo, en el momento justo, a la persona adecuada. Ni regalar, ni asustar. Optimizar sin perder el alma.

Asiente. Pero sigo:

—En realidad, es el arte de escuchar al huésped sin que lo note. Para hacer ese euro extra en cada acción diaria: en una tarifa, en una mejora, en una oferta bien lanzada. Porque ese euro al día, multiplicado por 365, por 100 habitaciones… cambia el año.

Se queda en silencio. Sonríe.

—Eso sí que tiene sentido.

El Revenue no es solo gestión. Es observación fina. Es escuchar sin preguntar. Es leer al cliente antes de que llegue. Y saber cuándo hablar en su idioma… y cuándo callar y dejar que entre solo.

¿Tú cómo explicas lo que haces sin parecer un gurú de PowerPoint?

¿O ya has aceptado que tu madre nunca va a entender a qué te dedicas?