Llegas a un pueblo cualquiera tras una jornada larga. Te duchas, comes algo, y el cuerpo pide eso que los peregrinos llaman “turismo suave”.

Calles con encanto, rincones con susurros, aire de historia antigua.

Y ahí estaba: el trenecito turístico, ese que uno nunca planeas tomar… pero terminas arriba, sin resistencia, como si fuera parte del destino.
40 minutos de vueltas, anécdotas, leyendas locales, baches, casas con alma… y lo más importante:
Me crearon una necesidad nueva.
La de volver.
De escuchar con más calma lo que hoy solo fue un susurro.

Y cuando parecía que la magia se cerraba sola, el conductor,un tipo grande con alma de niño, lanza de fondo la canción “Susanita tiene un ratón”.

Y mira…
Fue tan absurdo, tan inesperado, que me tocó más que cualquier speech serio.
Me rallaron los ojos.
Ahí entendí el truco: ya tenían mi atención… y lo remataron con un guiño emocional.


Segmentar no es solo lanzar precios distintos a públicos distintos.
Es construir una narrativa que seduzca al tipo de cliente que quieres, y hacerlo sentir que ese hotel, ese plan, ese canal… fue creado pensando en él.

El trenecito no compite con grandes museos. Pero sabe quién es su cliente, cómo atraerlo, y cómo convertir una visita espontánea en una historia memorable.

¿Estás creando ofertas… o estás creando recuerdos?